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Asesoría Filosófica

La praxis filosófica contemporánea es una escuela de pensamiento que parte de la confianza probada y demostrada en que la filosofía puede ser aplicada a la vida personal y social para alcanzar la plenitud, el bienestar, la serenidad y, por qué no, la felicidad.

 

El entrenamiento espiritual con la ayuda de un Asesor filosófico no permanece atado al pasado de las personas ni bucea en él para interpretar lo que le está ocurriendo ahora. Se trabaja con las dificultades del presente y se proyecta hacia un futuro que aporte serenidad y sentido a la existencia. Es un camino muy corto en el tiempo y profundo en el ser de cada uno.

 

Hay mucho sufrimiento imaginario en el ser humano. Mucho sufrimiento inútil. Poco sentimiento genuino.

Se ha comprobado internacionalmente que la Praxis filosófica funciona. Mucho mejor que un antidepresivo. Es una terapia amigable, fácil y muy breve.  Sólo es necesario pensar mejor y en forma más saludable. Entonces,¿ para qué sufrir?

¿Qué es la asesoría o consultoría filosófica?

 

A menudo el público considera a la filosofía como un ejercicio puramente académico, en el que los profesores, licenciados o doctores en filosofía, hablan entre ellos mismos, escriben para ellos mismos y enseñan, a los futuros egresados de filosofía y carreras universitarias afines, el pensamiento de los grandes filósofos a lo largo de nuestra historia.

 

Pero en sus albores, ya desde Sócrates, en sus famosos diálogos con sus discípulos, la filosofía se concebía a sí misma como una forma, un estilo de vida, de vida buena, de vida mejor, más valiosa y saludable que ninguna otra.

 

La praxis filosófica contemporánea surgida en Alemania en los años ochenta y adoptada y difundida rápidamente en EE.UU. Es una escuela de pensamiento que parte de la confianza (probada y demostrada) en que la filosofía puede ser aplicada a la vida personal y social para alcanzar la plenitud, el bienestar, la serenidad y, por qué no, la felicidad.

 

El asesor filosófico puede considerarse una suerte de terapeuta, en el sentido profundo de la palabra terapia que implica servicio, prestar atención al otro. También se puede entender como un asesor amigable finamente ejercitado, por la índole de su carrera académica previa y por su formación, en el difícil arte de escuchar y discernir.

 

Hay quienes por su problemática personal, según las variedades y grados de una patología psíquica, necesitan de un médico psiquiatra o un psicólogo. En ese caso tendrán que ahondar durante muchísimo tiempo en las raíces de su pasado o tomar antidepresivos o ambas cosas, abandonando la esperanza, una vez insertos en este camino (parafraseando a Dante) de recibir el alta prontamente. Puede pasar mucho tiempo, o toda la vida, hasta que las personas se sientan habilitadas (vía médica) para vivir por su propia cuenta, a su leal saber y entender.   Más adelante me explayaré sobre “Cuando Platón y cuando Prozac”.

 

El asesor filosófico no es un predicador de la New Age. No trata de reforzar hipnóticamente la creencia en que con sólo visualizar lo mejor de nuestra situación ello se realizará como por arte de magia: “Seremos felices y comeremos perdices en el mar de la abundancia espiritual y material, amaremos a los otros, los otros nos amarán, estaremos en armonía con el Cosmos y éste a su vez con nosotros, perfectamente alineado todo con todo”.Aunque estas últimas aspiraciones son muy loables y, en definitiva, es lo que desearíamos para nuestra vida, para el consejero filosófico, no se cumplen siguiendo principios o slogans superficiales, sino luego de un serio análisis racional de la problemática concreta de cada individuo, y un aprendizaje fundado en razones universales pero verificables a través de la propia experiencia existencial. El consejero filosófico no fomenta la ilusión ni el autoengaño. Por el contrario, ha sido preparado para distinguir entre apariencia y verdad.

¿Qué es lo que la consejería o consultoría filosófica puede hacer por usted?

 

Ayudarlo, como diría mi colega, Lou Marinoff[1], filósofo canadiense pionero de esta nueva práctica en EE.UU., a vivir una “vida examinada”. A través de preguntas muy similares a las de la mayéutica[2] socrática, articular un diálogo honesto, honrado y, por sobre todo, amigable con usted.

 

Ayudarlo a “vivir filosóficamente”, a tomarse las cosas “con filosofía”. Aunque estas expresiones nos suenan como frases hechas, lugares comunes malgastados por el uso y abuso, habría que rescatar la riqueza de la significación que les dio origen.

 

Tomarse las cosas con filosofía implica:

  • Aprender a identificar claramente cuál es su problema y definir su crisis actual.

  • Aprender a reconocer las emociones que dicho problema suscita en usted y poder expresarlas con nombre y apellido.

  • Aprender a distinguir la mayor cantidad de alternativas posibles, dada su situación presente, para salir de sus inquietudes o preocupaciones y de las emociones concomitantes, para sentirse mejor o alcanzar un estado de bienestar o, al menos, de serenidad sin autorreproches. A veces podrá optar por el sendero que lo conduzca directamente a la felicidad y a la alegría, y a veces simplemente evitar males mayores.

 

Este debe ser un proceso “realista”. En todo caso, siempre se sentirá mejor y liberado cuando haya decidido por sí mismo un camino viable para transitar por cuenta propia cuando tenga que atravesar las grandes aguas.

 

Aprender a “actuar” la esencia de este trabajo: “tomarse las cosas con filosofía” es llevar esa “vida examinada”, como lo señala Marinoff. Es separarse del apego al problema, del apego al sufrimiento del momento —o por un momento— y contemplarlo desde una perspectiva universal, a la luz de las distintas concepciones de felicidad, responsabilidad, valor y sentido de la vida que los grandes pensadores de la humanidad, frente a los mismos sufrimientos y conflictos que hoy usted está atravesando, han formulado y sistematizado.

 

Seguramente, de todas estas concepciones hay alguna que usted, quizás sin clara conciencia, ha estado cultivando antes de llegar a la consulta. Es natural. La filosofía es inherente a todo hombre, sea o no filósofo de profesión. Todos tenemos un conjunto de creencias favoritas que forman parte de nuestra visión personal del mundo, tal como se ha ido conformando a lo largo de nuestra vida por educación, por las experiencias que nos han dejado algún tipo de aprendizaje, por lo que consideramos han sido nuestros grandes aciertos o grandes errores, por el bien que creemos haber hecho o el mal que creemos haber infligido, etc.

 

En la etapa del examen o mirada contemplativa de nuestro problema, nos sorprenderemos con las similitudes y diferencias que nuestras creencias guardan en relación con los pensamientos de los sabios de todos los tiempos. Esta iluminación que surge de la conversación empática con el consejero filosófico, genera los nuevos puntos de vista (a veces son los viejos reapropiados), las nuevas intuiciones y visiones que nos permitirán reinterpretar el significado de nuestras crisis y descubrir qué conductas nos posibilitarán transformarlas en oportunidades de cambio.

 

El entrenamiento con la ayuda de un asesor filosófico no permanece atado al pasado de las personas ni busca en él interpretar lo que le está ocurriendo ahora. Se trabaja con las dificultades del presente y se proyecta hacia un futuro que aporte serenidad y sentido a la existencia. Es un camino corto en el tiempo y profundo en el ser de cada uno. Hay mucho sufrimiento imaginario en el ser humano.

 

Mucho sufrimiento inútil. Poco sentimiento genuino y mucho “mentimiento”[3]. El asesoramiento filosófico busca ayudarlo a separar la paja del trigo. Es un sendero muy cercano al del sentido común. Pero son pocas las personas en las que el sentido común no esté distorsionado por una errónea percepción de la realidad y una errónea percepción de sí mismas.

 

El asesoramiento filosófico es un trabajo pragmático. Los consejeros filosóficos no pretendemos convalidarlo con demostraciones intelectuales. Sólo pretendemos “mostrarlo” a través de la experiencia práctica. No nos detenemos a analizar su valor intrínseco. Para nosotros es valioso porque hemos comprobado que funciona. Y funciona mucho mejor que un antidepresivo.

 

[1] Autor del célebre best seller “Más Platón y menos Prozac”.

[2] Mayéutica es el arte de asistir a la parturienta a dar a luz una nueva vida.

[3] Hipocondría del alma.

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La Consulta: Encuentro existencial

 

Se trata de consultas individuales de aproximadamente 1 hora, con la característica de una charla amigable y distendida. 

 

En consonancia con la experiencia internacional sobre este servicio, trato de que el número de encuentros sea el menor posible.

 

El promedio de encuentros oscila, de acuerdo a mi propia experiencia, entre uno y cuatro aproximadamente.

 

La frecuencia la decide el consultante de acuerdo a sus inquietudes, cada vez que lo considere oportuno.

 

Obedece a una filosofía práctica, destinada a una pronta eficacia. Intento acompañar a la persona en el ejercicio de pequeños cambios concretos que le permitan una comprensión diferente de su propio problema y un reposicionamiento orientado a una experiencia de bienestar. De allí en más, la persona puede seguir recorriendo su camino sola y volver a consultar cuando lo desee o sienta la necesidad.

 

La consulta filosófica no es incompatible con el tratamiento terapéutico psicológico tradicional cuando este resulta necesario. Puede incluso promover los cambios concretos que el prolongado análisis viene señalando y que el paciente no logra efectuar.

 

En la charla filosófica no analizamos. Hacemos el inventario de lo que vemos y evaluamos las diferentes alternativas para transformar los elementos perturbadores. Para ello hacemos uso de las eternas y universales recetas para el alma que nos han legado los sabios de todos los tiempos.

 

Alimentamos también nuestra propia capacidad de “pensar” profundamente, de “pensar” bien, de cultivar un sentido común no distorsionado, sano, que responda a la naturaleza y al curso de los acontecimientos en los que nos vemos involucrados.

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