El Sentido de la Vida

Hace muchos años transitando por las librerías cayó en mis manos El Hombre en busca de sentido de Viktor Frankl, un libro estremecedor nacido de la dolorosa experiencia que le tocó vivir en los campos de concentración alemanes, donde fue deportado con toda su familia. Estuvo prisionero en cuatro lugares diferentes, incluyendo Auschwitz, y allí tuvo oportunidad de observar la naturaleza humana y desarrolló su revolucionaria teoría: la logoterapia.

La logoterapia (del griego “Logos” que, entre otras cosas, significa “sentido”) es una terapia que avanza más allá de Freud y Adler. Freud sostenía que la pulsión del placer es la raíz de todas las motivaciones humana y Adler enfatiza la voluntad de poder. Frankl, luego de las observaciones que pudo realizar en personas en situaciones límites, sostiene que las motivaciones humanas se originan en la voluntad de sentido. Hace girar la psicología ciento ochenta grados para enfocar el problema humano no en el pasado, sino en el futuro. Dice al respecto: “El hombre tiene la peculiaridad de que no puede vivir si no mira al futuro”. Y esto constituye su salvación en los momentos difíciles de su existencia, aun cuando a veces tenga que aplicarse a la tarea con sus cinco sentidos.

El Dr. Frankl solía preguntar a sus pacientes, luego de escucharlos quejarse por sus padecimientos. ¿Por qué no se suicida? El impacto de la pregunta hacia emerger aquellas cosas que constituían para el enfermo su anclaje en la existencia. Sobre esa base el Dr. Frankl comenzaba a urdir el sentido que la vida tenia para su paciente. Nitszche decía: “quien tiene un por qué para vivir encontrará siempre el cómo”.

La dura experiencia en el campo de concentración, la pérdida irreparable de toda su familia y la aguda percepción del hombre de ciencia convergen en el desarrollo de su pensamiento.

De la observación rescata que el hombre elige libremente su conducta moral, en cada caso concreto decide por sí mismo el rumbo que va a tomar. Pero acota: “La libertad, sin embargo, no es la última palabra. La libertad es una parte de la historia y la mitad de la verdad. La libertad no es más que el aspecto negativo de cualquier fenómeno, cuyo aspecto positivo es la responsabilidad. De hecho, la libertad corre peligro de degenerarse en una nueva arbitrariedad a no ser que se viva con responsabilidad. Por eso yo recomiendo que la estatua de la Libertad en la costa Este de EE.UU. se complemente con la estatua de la Responsabilidad en la costa Oeste”.

Finaliza refiriendo las conclusiones de su observación en el campo de concentración:… “en aquel laboratorio vivo, en aquel banco de pruebas, observábamos y éramos testigos de que algunos de nuestros camaradas actuaban como cerdos mientras que otros se comportaban como santos. El hombre tiene dentro de sí ambas potencias, de sus decisiones, no de su condiciones, depende cuál de ellas se manifieste”.

Cuando terminé de leer el libro recordé que Viktor Frankl como judío no podía ignorar la disyuntiva en que Moisés había presentado a su pueblo… “os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición, escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Deuteronomio 30:19)

Las enseñanzas de toda la Biblia señalan que el hombre es libre para elegir, pero también es responsable y debe hacerse cargo de las consecuencias de su elección. El Señor Jesucristo en el Sermón del Monte puso un figura luminosa sobre las elecciones cuando dijo: “Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ellas; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:13,14)

Antes las fuertes corrientes que masifican y empujan a los hombres, conviene siempre recordad que NO son los caminos más frecuentados los mejores, las decisiones mayoritarias las más sabias.

Viktor Frankl rescató la antigua enseñanza y la convirtió en una teoría científica demostrando que cada generación tiene que descubrir la insondable sabiduría del libro de Dios.

Salvador Dellutri

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